sábado, 23 de octubre de 2010

Adios tapes

El miércoles fue el día de liberación total: no más tapes. Ya me puedo sumergir la cara en agua. Ya me puedo duchar. Ya puedo sonreir mejor (antes no podía). Aún no me acostumbro a mi nuevo rostro. Todos dicen que está linda, que la nariz se ve muy natural, que de perfil se ve perfecta, que cualquiera pensaría que esa soy yo sin retoques. Pero lo único que yo logro ver es una nariz hinchada, con unas fosas nasales enormes que ya casi parecen un par más de ojos, con una expresión totalmente nueva en mi rostro, algo así como una petulancia permanente, y además, muy parecida a un león.

El doctor me advirtió que es normal y que probablemente eso pasaría. Pero una vez más, me pidió armarme de paciencia. Dale un par de meses, dijo, para ese entonces ya estarás mucho más deshinchada y ya podrás ver mejor cómo va a lucir tu nariz. Mientras tanto, yo sigo esperando encontrarme a la antigua yo cada vez que paso frente al espejo. En cierta forma, extraño un poquito mi antigua nariz.

Miro mis fotos pasadas y me lleno un poco de nostalgia. Jamás volveré a ver ese rostro, y ahora tengo que acostumbrarme a este. Ya quiero que pase todo esto, quiero saltarme todos esos meses y poder ir directamente a la parte de mi vida en la que veo mi nariz nueva y me encanta, más que la que tenía antes. Por ahora, mi Facebook está vacío, he quitado todas las fotos antiguas pero no me atrevo a poner nuevas. No, todavía no.

Grrr...

Ya van dos días que voy a trabajar sin tapes. ¿Mencioné que soy profesora? Pues sí, lo soy. Conozco a mis alumnos y sé que pueden ser muy inquisitivos cuando algo les llama la atención. Pero nada, al parecer el cambio para ellos no ha sido tan radical como para mí, y si he recibido algún comentario ha sido un casual halago. Lo mismo con mis compañeros de trabajo, quienes admiten que mi nariz se ve inflamada, pero también agregan que se me ve muy bien. Habrá que creerles.

Hoy fui de compras con mi mamá. Tenía miedo de salir y que todos notaran que mi nariz no era realmente mía. No quería exponerme a miradas insistentes, o a comentarios a mis espaldas (mira la nariz de esa chica, se nota que es operada, ¿no?... típico, yo lo he dicho mil veces). Me crucé con dos ex compañeras del colegio y nada. Con una prima de mi novio y nada. Con familiares lejanos y nada. Nada. O nadie lo percata, o el cambio es muy ligero, o de verdad mi nariz se ve natural.

Supongo que eso es bueno.

lunes, 18 de octubre de 2010

Volviendo a la realidad

Hoy, como todos los lunes, no quería levantarme de mi cama. Pero esta vez era peor, esta vez retonaría al mundo laboral después de semana y media de "descanso" (ojo al uso de comillas) y con nariz recién operada. Los esparadrapos que aún estoy usando no ayudaban a disimular nada, y si bien todos sabían por qué había faltado, no tenía ganas de pasarme el día respondiendo interrogatorios acerca de cómo me fue. Y más que nada, no quería exponerme al ojo crítico de quienes posiblemente no aceptaran con tanta facilidad el obvio cambio. Uno pensaría que después de la rinoplastía estaría con ganas de mostrar mi rostro y de perfil por todos lados, pero no. No es tan fácil reajustarse.

Aún no terminaba de aceptar mi nuevo rostro frente al espejo, aún no me acostumbraba a él. ¿Cómo podía esperar que sí lo hicieran otros?

Me propuse llegar temprano, así que me levanté temprano a desayunar. Aceleré la rutina de cada mañana para no atrasarme: lavar mi cara con un limpiador líquido para mi tipo de cutis que no alterara el PH de mi piel, aplicar una dosis doble de spray nasal descongestionante en cada fosa, y bloqueador, bloqueador, bloqueador. Lista para salir, tomé un taxi y antes que lo supiera, ya estaba fuera de mi centro de trabajo.

Dos compañeros míos estaban en la puerta. Intenté no mirarlos de frente, firmé mi entrada y continúe caminando. Las miradas me seguían a medida que avanzaba, quienes no estaban enterados me preguntaban qué me había pasado con preocupación (una venda en la nariz y un ojo rojo no dicen que estás bien para nada). Y así me pasé todo el día cosechando reacciones, miradas, preguntas, halagos. Finalizada la jornada, me encontré a la primera próxima víctima... era obvio que alguna tendría que aparecer por ahí.

Yo también quiero, fue lo primero que me dijo. Le conté como había sido, empezando por el pre y terminando por el post. Y mi sentencia final fue: Para hacerlo, debes realmente QUERERLO, pues no es un proceso fácil.

sábado, 16 de octubre de 2010

¡Oh, sorpresa!

Había tratado de no crearme expectativas con respecto a cómo quedaría mi nariz, quería ser de esas pacientes "realistas", conscientes de que un doctor no hace milagros. No había podido predecir mucho sobre nada a través del yeso, o no había querido hacerlo. Evitaba pensar en los documentales titulados Plastic Surgery Gone Wrong... trataba de mantener los pies sobre la tierra, y hacer las pases con la idea de que lo hecho hecho está y ya no podía (quería) hacer nada al respecto, pues tras tan engorroso post operatorio, no volvería a saber de cirugías por lo menos hasta que un seno me colgara considerablemente más que el otro.

Cuando me quitaron el yeso, mi primera impresión fue de horror. Definitivamente no era lo que yo esperaba, aunque había tratado de convencerme de que no esperaba mucho. La punta de la nariz era pronunciada y respingada, la base era ancha, como nariz de negra, y el tabique también. El doctor se veía feliz y orgulloso por su trabajo, le preguntó a la enfermera que tal me veía y ella dijo, comprensiblemente, que muy bien. Yo, aún con cara de desconcierto, no sabía como reaccionar, no sabía que decir, solo: "De verdad me veo súper cambiada." Y es que era cierto.

El doctor notó mi descontento. No te preocupes, me dijo, la nariz aún está hinchada, la punta está sobreproyectada pero con el tiempo caerá un poco, el tabique se tiene que deshinchar, recuerda que ahí es donde hemos fracturado, no te preocupes, en serio, los verdaderos resultados los verás recién en seis meses... por ahora, mira tu perfil... está bien "chévere." Me sacó una foto con mi celular... yo aún sentía que la nariz estaba muy pequeña y muy ancha. Pero traté de hacerle caso y tranquilizarme, aún no estaba todo el camino recorrido y era muy pronto para sacar conclusiones. Decidí entonces preocuparme por un problema que sí se veía un poco más serio: la piel de mi nariz.

Tal vez por obstrucción del yeso, tal vez por alguna reacción alérgica, o tal vez por no poder lavarme durante una semana, la piel de mi nariz estaba completamente grasosa y llena de granitos. Era un desastre dérmico. Y lo peor de todo es que aún no podría hacer nada al respecto, pues después del yeso venían los "tapes", una suerte de esparadrapos que tendría que usar la semana siguiente para darle forma a la nariz.

Los tapes me ayudaron a ocultar por un tiempito más la hinchazón que hacía ver mi nariz tan deforme, y también el terrible acné que ahora tenía, sin embargo, algunos granitos quedaron al aire y todos me preguntaban qué me había pasado. Por si fuera poco, el exceso de grasita mojaba los tapes, y en menos de dos días se veían sucios. Yo siempre he tenido cutis graso, pero esto era demasiado. Investigué en internet y encontré consuelo en miles de otras pacientes a quienes les había pasado lo mismo, leí que en realidad era normal debido al impacto causado en las glándulas sebáceas. Me armé nuevamente de paciencia y a esperar.

Hoy fui a que me cambiaran los tapes, pues realmente no aguantaría una semana con ellos así. Cuando me quitaron los anteriores, vi con gusto que la piel de mi nariz estaba un poco mejor. Es que los tapes permiten que tu piel "respire" mejor que con el yeso, explicó la enfermera. Pero mi nariz aún sigue hinchada... ¡paciencia, paciente, paciencia!

jueves, 14 de octubre de 2010

Qué esperar

Quien dijo que el post operatorio de la rinoplastía era simple estaba mintiendo. De simple no tiene nada. Es incómodo, frikeante, desesperante, pareciera que no va a terminar nunca. De cuando en cuando, es doloroso. Dr. 90210 lo hace ver tan simple, pero después de haber vivido la experiencia, ahora sé que lo que se ve en televisión no es PARA NADA CIERTO.

Debí haberlo sospechado.

Supongo que depende del caso y hasta del doctor, pero lo que yo viví la semana posterior a mi cirugía fue completamente distinto a lo que E! Entertainment Television me había pintado (es gracioso de dónde obtengo mis consejos médicos). Así que si alguien por ahí está pensando en operarse la nariz, esto es lo que te espera:

Día cero (después de la operación): no sentirás nada pues aún estarás con el efecto de la anestesia. De preferencia no mires ningún espejo esa noche antes de irte a dormir, solo lograrás asustarte y con tanta conmoción no te servirá de nada ponerte nerviosa. A happy patient is a quick healer, así que trata de mantenterte en calma, descansa tranquila y relajadamente porque los siguientes días son the real deal. Deberás haberte armado previamente de una bolsa para el hielo que necesitarás ponerte en los siguientes días y humectante labial para que no se te resequen los labios por respirar por la boca. Consíguete también un cepillo dental más delgado que el que generalmente usas... lavarse los dientes con las mejillas inflamadas es realmente difícil. También almohadas cómodas pues tendrás que dormir semi sentada las siguientes tres semanas. Y espero que el día anterior te hayas dado un buen baño, pues no tendrás ganas de visitar la ducha en más o menos tres días.

Primer día: la hinchazón que te trajiste del quirófano habrá aumentado. Se te hincharán los párpados, las mejillas y obviamente, la nariz. Tus ojos parecerán delineados por un antiguo maquillador egipcio. Sigue las instrucciones del doctor, toma todas tus medicinas a la hora indicada, y hielo... mucho hielo... ayudará a bajar la hinchazón y aliviará la sensación de globo a punto de explotar que tendrás en tu cara.

Segundo día: sentirás que todo el hielo que te pusiste el día anterior no sirvió de nada pues amanecerás DOBLEMENTE HINCHADA. Pero no te preocupes porque esto es normal. Has llegado a las 48 horas y tu hinchazón ha alcanzado el punto pico, pero de ahí en adelante todo es cuesta abajo. Ahora también estarán inflamados tus sienes, tu frente, y la parte baja de tus cachetes, que en mi caso, colgaron como los de un perro boxer. Sigue con el tratamiento, más hielito ahora que nunca, y paciencia, mucha paciencia.

Tercer día: Aún no tendrás aspecto de ser humano, pero la hinchazón habrá bajado un poco. Los moretones alrededor de los ojos se habrán expandido y ahora parecerás un mapache. Este es el día en el que probablemente te quiten los tapones de las fosas nasales, eso te dará un alivio moderado pues ya no sentirás tanta congestión en tu nariz. La palabra clave ahí es "tanta", pues sí te volverás a sentir congestionada minutos después de que te los hayan quitado y volverás a beber comida licuada, respirar por la boca y hablar gangoso. Ten siempre a la mano pañuelitos descartables, porque de vez en cuando tendrás que limpiarte un líquido acuoso que saldrá por tu nariz. ¡Y no te la urgues por nada del mundo! los moquitos secos son tus amigos esta vez.

Cuarto día: Este es el día en que necesitarás más paciencia que nunca. La sensibilidad volverá poco a poco a la piel encima de tu nariz y te PICARÁ como si te atacaran mil mosquitos y pulgas a la vez. Te darán unas ganas voraces de quitarte el yeso o de meterte algo debajo del mismo solo para poder rascarte. Cierra los ojos, respira profundo, piensa en otra cosa, pero NO te rasques ni le hagas nada al yeso. Las consecuencias pueden ser fatales. A partir de este punto, no más hielito. El hielito sirve solo las primeras 72 horas, lo que te ayudará esta vez son pañitos de manzanilla tibia. También producen una agradable sensación de alivio y ayudarán a bajar no solo la hinchazón, sino también los moretones de tus ojos.

Quinto día: Una breve visita al doctor para una buena limpiada de fosas nasales. Si bien los moquitos eran tus amigos, a estas alturas se han convertido en esas amistades peligrosas de las que todos prefieren deshacerse. La hinchazón de tu rostro deberá haber bajado considerablemente, igual que el oscurecimiento de los párpados. Sigue aplicando la manzanilla, y sigue evitando rascarte la nariz. Puedes usar un spray nasal dos veces al día para aliviar un poco la congestión ahora que tu nariz ya está limpia (yo usé Nasonex, es caro, pero buenísimo).

Sexto día: Si ya se te acabaron los analgésicos, sentirás como te late la nariz con cada movimiento que hagas. Paciencia nuevamente, esto es normal, recuerda que no debes hacer ningún esfuerzo ni movimiento brusco, eso ayudará a alejar las pulsaciones. La nariz se habrá desinflamado un poco en el transcurso de estos días, y ahora sentirás que el yeso te cuelga, y hasta te pesa. Pero no desesperes, al día siguiente le dirás bye bye.

Séptimo día: ¡Adios yeso... woo hooo!!! Pero... pero... pero... ¡¿QUÉ LE PASÓ A MI PIEL?!

martes, 12 de octubre de 2010

High on life

Pude sentir absolutamente todo. No duele, es cierto, pero sentí cada martillazo, cada cincelazo, cada limada, cada hueso fracturándose. Todo. Pero estaba tranquila, estaba relajada. Quienes se hayan fumado alguna vez un porro sabrán a qué me refiero.

Me la pasé conversando con el doctor acerca de música, de la vida, de la belleza, de mi novio. En cierto momento escuché a alguien más hablando por ahí y no era la enfermera, era el anestesiólogo. Nice to meet you, se llamaba Marco.

Por momentos veía ladrillos negros, luego naranjas, luego amarillos. Recordaba el unicornio que otra amiga me dijo haber visto y preguntaba por qué no veía yo también eso. Ladrillos... ¡qué aburrido!

Estoy segura que fui graciosa pues recuerdo haberlos hecho reir. Sabe Dios qué pavadas habré estado hablando. Cuando todo terminó sentí (y ahora sí con dolor) cómo el doctor me insertaba los tapones en las fosas nasales. De nada sirvió quejarme, tenía que hacerlo.

Me sacaron en silla de ruedas (simple protocolo), mis padres se sorprendieron de lo sonriente que estaba (benditas drogas). Llegué a casa y me miré al espejo... ok, lo esperaba. Cara hinchada, ojos morados, entumecimiento total. Mi novio llegó un par de minutos después y tampoco se mostró sorprendido por mi cara de accidente de tránsito, pero sí preocupado. Fue a una tienda y compró una bolsa de gel, de ese que se mete al congelador y luego se coloca heladito sobre las inflamaciones. Mamá lo metió lo congeló por 20 minutos, y luego me lo puso en el rostro. Me dio una pastillita y a dormir.

La operación duró un poco menos de dos horas. Se corrigió un tabique roto (no desviado, como pensábamos), se eliminó la giba, se levantó la punta, se afinó el grosor de la nariz. Y, dentro de todo, el mejor viaje de mi vida.

lunes, 11 de octubre de 2010

¡Hora de cortar!

Los dos días anteriores a la operación pude no haber dormido nada. Dios bendiga los calmantes que, precavidamente, me había recetado el doctor. El día en sí me levanté temprano, lo cual era raro pues los calmantes suelen noquearme con facilidad. Desayuné lo que me habían indicado: un batido enorme de frutas. Nada de lácteos, nada de carbohidratos. Solo frutas. Me fui nerviosa a trabajar, pensando en lo que me iban a hacer más tarde.

Me había pasado la tarde anterior viendo videos de rinopastías abiertas. No lo debí hacer. El solo pensar en cómo iban a hacer pedazos mi nariz me crispaba los nervios, me daba escalofríos, me hacía temblar. Dieron las 10:30 AM y me comí una manzana. Listo, eso sería lo último que podría comer antes de mi cirugía a las 4:30 PM.

Salí a las 2:00 del trabajo, llegué a casa, no tenía hambre, mi estómago tenía demasidas mariposas dentro. Me tomé un tiempo para darme el que sería mi último baño tranquilo por el resto del mes. Lavé mi cabello, exfolié bien mi piel, me miré detenidamente al espejo y le dije adios a mi nariz de siempre. Sí, aquella que había mirado durante 28 años cada mañana... de pronto no se veía tan mal. Quizás me estaba acobardando, quién sabe. No puedo negar aún así que los nervios eran cada vez más reales.

Me puse ropa cómoda; un pantalón de gimnasio, zapatillas y un sweater que se pudiera abrir por delante, con cierre, para no tener que pasarlo por encima de mi cabeza al sacarlo o ponerlo y así evitar posibles roces con mi nariz. Llegué a tiempo a la clínica acompañada de mis padres, el doctor llegó cinco minutos después. Se le veía tranquilo y eso me relajó. Mis papás se despidieron de mí como si ya no volvieran a ver más a su hija... en cierta forma, así iba a ser. Una enfermera me llevó adentro para ponerme una bata, luego vino el doctor para tomarme fotos pre-operatorias. Y luego... a la sala de operaciones.

Todo era como lo había visto en la tele... la camilla, los equipos, las luces. Captó mi atención una pequeña radio tocando música de los 80. Es la que le gusta al doctor, explicó la enfermera. Bien, pensé, lo que sea para que haga un buen trabajo. La joven era amable, sonreía, trataba de calmarme. Me dio una pastilla para que durmiera durante la operación. Vamos a esperar que haga efecto mientras viene el doctor, dijo. Me echó en la camilla y sujetó mis brazos a ella como siempre se hace. Luego ató mi cabello con una liga. Conversamos un momento, me preguntó mi edad, me dijo que iba a quedar bonita, me dijo que no tenía nada que temer. Luego el doctor llegó.

Y yo aún no me había dormido.

domingo, 10 de octubre de 2010

¡En marcha!

Una amiga de la infancia se había hecho una rinoplastía meses antes de casarse (luego me enteré que ese tipo de operación junto con el implante de mamas y la liposucción son los procedimientos quirúrgicos más populares entre las novias). Y con el mismo doctor al cual había pensado consultar. No duele, me dijo, te dan pastillas para eso, pero sí se siente super incómodo, sobre todo los primeros días. Y bueno, respirar por la boca, dormir sentada y solo alimentarme de líquidos no sonaba tan mal comparado con la oportunidad de cambiar mi nariz. Decidí sacarme la espina de una vez y visitar al famoso doctor.

La clínica era sobria, elegante y fría. Cogí una revista y me senté a esperar. A mi costado había una mujer de unos cincuenta y tantos años, y sentado junto a ella el que probablemente era su esposo. La mujer se veía recién estirada, ella se veía contenta. Sonrió tímidamente cuando notó que la estaba mirando, como si me dijera "sí, yo sé para qué estás aquí." Escuché que llamaron mi nombre y pasé a la oficina del doctor. Un hombre joven, guapo, amable, me recibió con una cálida sonrisa y me invitó a sentarme. Me miró de pies a cabeza, como dudando, y la verdad me sentí un poco halagada cuando me preguntó para qué estaba ahí. Quiero una rinoplastía, le dije, no me gusta mi nariz. Me miró detenidamente por algunos segundos sin decir nada. No quiero una nariz chiquita, continué, ni nariz de chanchito, no me gustaría una nariz respingada, es más, creo que el largo de mi nariz está bien, solo quiero perfilarla un poco. Y levantar la punta, me interrumpió él. Ok, ya lo notó, pensé. Mira, explicó, hay mujeres que tienen un rostro delicado, un tipo de belleza suave, con carita de muñequita... pero tú no eres así (risas en mi cerebro, ¡qué directo!), tú tipo de belleza es seria, fuerte, tu rostro es duro pero ahí está tu encanto... aunque me pidieras una nariz respingadita, yo no te la haría, pues no va con tu tipo de cara. Perfecto, nos estábamos entendiendo bien.

¿Cuánto me va a costar? Auch... cuatro cifras. Puedo pagarlo, pensé, vale la pena, me dolerá un poco el bolsillo por algunos meses, pero qué más da... esto es algo que siempre he querido. ¿Cuándo sería la operación? Antes de mis vacaciones, no antes, no después, es la fecha perfecta, así podría descansar sin sacrificar horas en el trabajo. Tiempo de recuperación... seis meses.

Seis meses, casi desmayo. El 80% de la inflamación se va en la primera semana. El otro 20% toma unos seis meses. Bien, mi boda es en abril, es el tiempo perfecto... ¡hagámoslo! Sí, lo sé,.. ¡qué vanidosas somos las mujeres! Comparé sacrificios con beneficios: el doctor accedería por una de mis fosas nasales, limaría la giba, fracturaría los costados de la nariz, repararía el tabique (que resultó haber estado roto desde mi infancia y yo y mis padres sin saberlo), levantaría la punta, cerraría y estaría lista para irme a casa. Durante la operación estaría sedada pero semi despierta, no sentiría ningún dolor debido a la anestesia, y obviamente debía llegar con el estómago vacío (esto es, si la operación era a las 4:30 de la tarde, no debía comer nada después de las 10:30 de la mañana). Sonaba fácil...

Pero ay... no lo fue.

sábado, 9 de octubre de 2010

Así empezó todo...

Un día, hace varios días, o años más bien, me miré al espejo y noté que no me gustaba mi nariz. Así de simple, no me gustaba. El largo estaba bien para mi rostro ovalado, pero la punta redonda y caída, su grosor, su giba... la detestaba. Desde ese entonces pasé cada instante de mi vida buscándole más y más defectos, notando cada vez más cuán mejor podría ser. Al lavarme los dientes, ahí estaba. Al peinarme, ahí estaba. Al mirar mis fotos, ahí estaba. Al pasar frente a un espejo, ahí estaba. Practicaba una y otra vez cómo posar frente a las cámaras de manera que no se notara mi horrible perfil. Evitaba que la gente me mirara de costado, y soñaba una y otra vez con poder hacerme una cirugía para así quitarme ese peso de encima.

Defectos físicos tengo miles, millones, pero ninguno me molestaba tanto como mi nariz. Hasta que un día finalmente me decidí, ¿qué me ayudó a hacerlo? pues mi novio. Y no, no es que el me propusiera que me operara, al contrario, el siempre estuvo en desacuerdo con la idea. Lo que me propuso fue matrimonio. Y fue entonces cuando pensé: "Ahora o nunca."

Y es que... ¿qué novia querría ver las fotos de su boda y darse cuenta que en la mayoría la cogieron en "mal ángulo"?